Nadie quiere ceder. Ello quedó claro tras la reunión de Labor Parlamentaria de la Legislatura, en la que los dos bloques “oficialistas” -si se quiere, uno del Poder Ejecutivo y otro del Legislativo- acapararon la atención y marcaron nuevamente el ritmo de trabajo en la Cámara. Porque, aunque digan lo contrario, la institucionalidad se ve afectada en Tucumán por la pelea entre Juan Manzur y Osvaldo Jaldo. Las muestras están a la vista: se cambiaron funcionarios en lugares clave, se quedaron sin empleo 1.100 personas y se volvió complicado lograr convocar una sesión.
En la reunión entre las autoridades de la Legislatura y los presidentes de bloque afloró la furia contenida entre el peronismo en contienda. Además de decirse de todo, Gerónimo Vargas Aignasse (vicepresidente del cuerpo) y Sergio Mansilla (titular del bloque Lealtad Peronista) le dejaron en claro a Jaldo que los 14 legisladores fieles a Manzur no darían quórum si no recuperan sus empleados. Ambos manifestaron que no poseen ni una secretaria y que así es imposible sesionar. También deslizaron que la situación es inédita y que nunca antes un presidente del Parlamento se había arrogado la potestad de decidir por sobre todo el cuerpo como si fuera el dueño.
El vicegobernador ni se mosqueó y aseveró que el Ejecutivo también despidió gente afín a su gestión, que mengua el envío de fondos a los municipios cercanos a él y que echó a funcionarios de su espacio. Ambos redoblaron la apuesta.
Una voz y muchos silencios
En el medio, los opositores mostraron la tibieza que los caracteriza. Los manzuristas intentaron conminarlos y les avisaron que si ellos acuden a la sesión del 6 de mayo estarían avalando que se haya despedido a trabajadores y la actitud déspota de Jaldo, según dijeron. El único que alzó la voz fue Federico Masso. Avisó que si a él le sucedía lo que a los manzuristas, sus empleados ya “habrían tomado el edificio”. También pidió que la interna no perjudique a los trabajadores. Le contestó Armando “Cacho” Cortalezzi, sugiriendo que Masso no se fue con Manzur porque el trato no le convenía, pero que había andado coqueteando con el gobernador con cierta “desesperación”. Ese duelo casi termina como el de Rocky Balboa contra Apollo Creed.
Sin querer, las palabras del dirigente de Barrios de Pie dejaron revoloteando un par de comentarios en la sala. En primer lugar, varios se sonrieron y murmuraron que sería difícil que los trabajadores despedidos de los manzuristas hicieran un escándalo público. “Muchos no aparecen por aquí a trabajar”, dijo un legislador. Otro le pidió a su par que se quede en silencio, porque “podían perder todos”. Es que los números son curiosos. ¿Cada legislador tiene, en promedio, 80 empleados? Suena más que excesivo, pero eso se desprende de una ecuación de primer grado: dividir la cantidad de empleados despedidos en los 14 parlamentarios que lo padecen. ¿Todos tienen la misma cantidad? Si es así, un poco más o un poco menos, es escandaloso. Y las esquirlas de esos números lastimarían a todos. Quizás así se explica el silencio cómplice de los opositores.
Custodia “privada”
En el encuentro también se ventiló otra cuestión. ¿Quiénes custodian el edificio legislativo y a quienes lo ocupan? En medio de las discusiones, el martes se preguntó por qué había gente de civil en función de custodios. Provendrían de dirigentes cercanos a un intendente y a un legislador cercanos a Jaldo. “Este es un edificio público; no pueden defenderlo un grupo de matones”, cuestionó un parlamentario. No se dijo más nada.
Planteados los escándalos diversos, trascendió que la mayoría de la oposición sí daría quórum para que la Cámara sesione, pese a que no asistan los manzuristas. Sin embargo, los que llegaron a una banca por partidos no afines al oficialismo evidencian una llamativa postura de: “este problema no es mío”, cuando en realidad un poder completo del Estado, del que son parte, disminuyó considerablemente su ritmo de trabajo. ¿Jaldo los tiene a raya? ¿O tienen algo que ocultar?
Vacunas en el interior
Como ya se dijo, el divorcio de manzuristas y jaldistas incide en prácticamente todo. La denuncia por la presunta vacunación indebida de cuatro delegados comunales podría tener nuevos capítulos. En el Parlamento insisten -siempre por lo bajo- con que la mayoría de los casi 100 líderes del interior fueron inoculados. También en que lo mismo habría pasado con gran parte de los intendentes. Según afirman, el Gobierno buscó fortalecer su armado en el Tucumán profundo, donde Jaldo se hace fuerte. Desde el Ejecutivo devolvieron la presunta “filtración” jaldista ligando la organización de algunas protestas del sector citrícola a un dirigente que aparece, en su foto de perfil de Whatsapp, abrazado con el vicegobernador. Los muchachos peronistas se tiran “con de todo”.
En ambos casos, el silencio gana. Si los legisladores, opositores u oficialistas, callan o temen denunciar presuntas irregularidades, con la protección de fueros y de su propios cargos públicos, cuán desprotegidos están los ciudadanos cuyas voces no retumban en ningún recinto.